Ciudad irreal,
Bajo la parda niebla de una alborada de invierno,
Tal multitud cruzaba por el Puente de Londres,
Que nunca hubiera yo creído que fueran tantos los que la muerte se llevara.
– T. S. Elliot, Ciudad Baldía.
Londres. 9 de Noviembre de 1867.
La ciudad hierve de actividad, pese al frío húmedo del otoño en su apogeo. El humo de las fábricas, el ruido de las nuevas máquinas de vapor y los vahos malolientes de las curtiembres se mezclan y ascienden en una fina niebla que se cuela por entre las callejuelas iluminadas por luz de gas. Nuevas y fastuosas construcciones se yerguen todos los días, testimonio del poderío del Imperio, y contrastan con las chabolas superpobladas donde se hacinan los obreros por un plato de comida y la oportunidad de trabajar.
En ese ambiente de ideas nuevas y viejos prejuicios, de clases y privilegios, de miseria humana y sueños de grandeza, Londres crece.
Londres no es solo una ciudad.
Londres es un monstruo.
Sus tentáculos de adoquines y hierro se extienden hacia afuera, asfixiando el campo a su alrededor. Sus fauces de acero devoran diariamente carbón y vidas, apilándolas juntas en su vientre de piedra. Sus calles resuenan con el eco diario de caballos y locomotoras, y el lento fluir de su río arrastra las memorias de todas las muertes que bautizaron sus aguas, sombras del pasado que aún hoy día siguen incubando su odio contra los vivos.
Y mientras la fría mente de vapor de la ciudad impulsa el caos de sus calles, bajo su superficie, en sus sombras y en sus tejados, una conspiración se gesta.
Este siglo, esta época a la vez gloriosa e infame, aún tiene para ofrecer sus frutos más retorcidos.
Londres está dando a luz a sus propios monstruos.
Y uno de esos monstruos eres tú.
ZOOROOS